miércoles, 26 de noviembre de 2008

RESUMEN DE BUENOS AUGURIOS MATUTINOS




Hoy me levanté con la pata derecha y el mundo se lavó los dientes para sonreírme.


Apagué la alarma del celular, me dije “dos minutos más” y no me quedé dormida.

Cosa rara en los últimos meses, mi flequillo quedó de peluquería (la pelusa molesta que suele estorbar mis aspiraciones estilistas, se dejó abrasar por la planchita y quedó tan lisa como Pity de “Intoxicados”)

Logré rescatar una remera del verano pasado de lo más alto del ropero sin que el intento terminara en derrumbe de toda la pila.


Me acordé de meter en mi cartera una banana para aliviar el shock hambruno de media mañana (sin suspicacias, por favor, no me obliguen a decir plátano y mostrar mi perfil de consumidora compulsiva de culebrones centroamericanos)


Matteo (gnomo oculto tras un verde cuadriculado) me dio muchos besos antes de seguir viaje hacia el jardín.


Cuando sentía que las baldosas se iluminaban a mi paso, me choqué, en la esquina del laburo, con mi amiga Deborín.


Como todo buen encuentro inesperado de dos amigas que viven en la misma ciudad pero hablan por teléfono más de lo que se ven, fue exagerado, corto y efusivo (nos dimos un abrazo digno de dos inmigrantes que se encuentran por casualidad en país ajeno)


-Qué felicidad verla tan temprano, Srta.


Estaba radiante. Empezaba su semana laboral post recital de Serrat en capital. Es un potro, me dijo (la palabra potro, reveló su y mi pertenencia a una cierta década)


Nos despedimos con símil abrazo inicial y entré al trabajo cantando “de vez en cuando la vida...” y caminando con rebotes, como cada vez que ando contenta.


Para completar este TETRIS perfecto, ingreso a la office, enciendo la radio y la voz sensual de Gise anunciando al REY...


“Y que hiciste del amor que me juraste...”


A veces no se le puede pedir más a la vida.

Es como uno de esos chicles tan ricos que dan ganas de que nunca se les vaya el gusto. Viene suculenta como desayuno en vacaciones.

La llamo a Gise por el interno: “mirá con que tema me recibís”.


Abro el blog, dos comentarios nuevos. Polvo de hadas, de Princesita Hada y Tania telista con sus palabras turquesas siempre bienvendidas.


Sacaría una instantánea de este momento si no fuera porque vienen otros mejores (fila 13, butaca 35 y él en el escenario)


No quiero detenerme en nostalgias.

La bronca pasó (otra vez “oleeeeeee”)


Los astros están a mi favor.


lunes, 24 de noviembre de 2008

MALOS RATOS

Hace un par de semanas vengo masticando una bronca.
Como no puedo depositarla en el destinatario indicado, sucede que me la trago.
Es que el destinatario no es una persona real, sino un abstracto.
Por eso me siento como en Star Wars, con una de esas espadas brillantes pero cortando el aire. Del otro lado, el enemigo invisible.
Estoy cruzando un bosque en plena noche y escucho aullar a los lobos pero no los veo. Imagino sus foco amarillos con la seguridad de que si se aparecieran los dejaría atacar sin defenderme.
Mastico la bronca como un sandwichito de mortadela en el que aparece un picante (y te queda en la muela, en la lengua y ya te arruinó el bocado)
Llevo la bronca de la mano como hermanito menor.
La quiero correr, la empujo del culo, pero se planta como elefante añejo.
Maldita bronca.
Ni una hora de boxeo libre alcanzaría para exorcizarme.
Es que cuando la piña no tiene mandíbula donde estrellarse vuelve a la propia.
En estos días estoy al salto, con un buen humor aparente, sin motivo para enojarme, y por eso más enojada.
Pensé seriamente en cambiar de pastillas anticonceptivas. En dormir 10 horas seguidas a ver si se corta la racha. En darme una buena dosis de cine argentino o europeo (aunque últimamente las películas que quiero ver no están en los videos, me cacho en diez)
El sábado cumplo los 30. No creo que tenga que ver, pero...
¿Será que los años me llegan tipo balance, tipo resumen de tarjeta de crédito pero con el recuento de mis hechos?
Me viene una frase de mi jefe (uh, estoy realmente mal...) cuando recién entré al laburo:
(con cara de filósofo y tono de maestro oriental)
“Si un vaso tiene agua hasta la mitad ¿está medio lleno o medio vacío?”
Pregunta de examen de la vida para ingresar a una empresa importante (ojo)
Mirá, si está por la mitad, está por la mitad.
Para mí, lo que lo diferencia es el contenido: puedo imaginarlo con agua de manantial (como la de las publicidades) jugo de naranja exprimido bien fresquito, gancia batido con limón, licuado de banana, milk shake de dulce de leche, cerveza congelada (con plato de maní al lado, obveeeo)
Hoy podría decir que el vaso tiene agua contaminada, y yo sin colador (ni siquiera puedo encontrar una metáfora digna)
No quiero que este agua sucia salpique para todos lados como bombero loco.
Quiero lo de siempre, pecera limpia, mi mar...charquito de lluvia.
Libélulas al ras de una laguna dormida.
Fuente de agua de colores en su danza propia.
Luna de miel de tortugas marinas en lo profundo.
Buzos iluminados por rayos de sol, felices de pasear por mis adentros.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

EL GENIO DEL PANTANO

Ani (SMS para papá) Preparate. Va tu cuento del sapo al blog.
Bandeja de Ani: no me plagies.
Bandeja de papá: Jamás.
Acá va el cuento...autoría de Guillermo González (para que no me haga juicio)
Era un pantano gris y sucio, con una constante bruma a nivel del agua, lo que lo hacía un lugar lleno de malos presagios, lleno de sanguijuelas peligrosas y también estaba "él", el protagonista de esta historia. Era un batracio (un sapo, bah) rengo, corto de vista y con un aspecto deplorable por donde lo miraras.

Como nuestro amigo en cuestión andaba a los saltos, mal (no se olviden que era rengo) solía quedarse colgando de alguna rama o caerse en el centro de un hormiguero, y así estaba cuando tuvo que escapar para no ser devorado por unas termitas gigantes que se sintieron amenazadas por algo tan desagradable que intentaron lincharlo, y el sapo, en su retirada, dio un mal salto, tal su costumbre, que cayó sobre algo metálico y quedó con su sucia panza fría colgando y tratando de zafarce de aquel metal hasta que con sus frotes despertó al genio de la lata del pantano (una versión más trucha que la de Aladino) que comenzó a salir en forma de un humo, en honor a la verdad, con un olor fétido, hasta transformarse en un grandulón de 1,95, con una reluciente cimitarra colgando del costado de la pierna derecha.

-¡Qué querés! - le dijo al sapo de muy mal humor, y al ver que este no podía hablar, sacando su espada y colocándosela entre los ojos al pobre bicho le dio el don del habla (trucho o no, era un genio)

- ¡Ya sé! ¡Querés el tema de los tres deseos! Como todos- le dijo, cada vez con más mal humor- . Bueno, está bien, te los concederé. Pero apurate porque cuando me sacaste de mi loft estaba con la Pradón arreglando el precio para un pe...pe...pequeño arreglo que le tengo que hacer en la casa ¡Dale, apurate!
El batracio estaba tieso como Tutancamón y atinó a decir qui...qui...quiero ser un elegante caballero.

¡Concedido! Y así como así apareció un rubio musculoso (tipo Brad Pitt) vestido con blancas sedas y botas negras contrastantes.

¡Dale, dale! Apuró el genio, largá el segundo!
Ya más seguro el ahora caballero dijo: "Quiero un blanco corcel con montura de oro y rubíes"...

¡Concedido!

Y allí estaba el mejor equino jamás visto por ojo humano...
-¡Te queda uno! -dijo casi gruñendo el impaciente grandote- ¡Dale que si se me va la Pradón te aplasto como a un sapo!

- Mi último deseo es tener a la princesa más bella que exista sobre la faz del planeta...

¡Concedido!

Y se escuchó un ruido; pero el caballero no veía nada, hasta que se le dio por mirar hacia abajo y entonces la vio...una hermosa sapa vestida con sedas y joyas...

- Pero...Pero... dijo el sapo.

- Pero qué? dijo el gruñón.

- Pero...¡yo te pedí una princesa y me diste una sapa!

-¿y tú qué eres? - dijo el genio frunciendo el ceño- no te dejes llevar por lo que ves, tu escencia es un sapo -dijo sacando su cimitarra y apoyándosela en el cuello al horrorizado caballero- Así que si quieres deshacer los tres deseos sólo hay una manera y te la estoy mostrando -dijo haciendo presión con la enorme espada sobre el cuello del caballero- ¡Tómalo o déjalo! ¡Pero ya!

-¡Lo tomo, lo tomo! dijo el pobre hombre a punto de desmayarse...

Y al grito de "Ya voy amor...." el genio se zambulló en su lata, la cual se perdió entre la bruma del pantano.

Cuentan los más viejos del pueblo cercano , que aún hoy se lo puede ver al caballero deambulando por el pantano montado en un matungo grisáceo, sin montura (la tuvo que vender para morfar) llevando en una caja de zapatos rotosa y sucia, a una sapa que lo va cagando a pedos todo el tiempo, mientras el pobre tipo le da (de vez en cuando) besos en la boca para ver si se repite la historia del otro cuento, pero ese es otro cuento...

Moraleja: nunca pidas lo que pueda ser que te sea concedido...

lunes, 17 de noviembre de 2008

APRENDER A VOLAR





















Desde que subí por primera vez a una tela, mi cuerpo se conectó con su magia y no pude más que volver a subir, una y otra vez. A mis amigas “telistas” les pasó lo mismo (ojo, en cualquier momento algún periodista al pedo nos bautiza como la nueva “tribu urbana”)

Las telas nos enseñaron muchas cosas. La principal: las alas no son exclusivas de las aves.

Muchos de ustedes, los lectores de este blog, posiblemente desconozcan el arte de la danza aérea, pero lo que seguro no desconocen es la pasión que nos mueve a llevar adelante ciertos proyectos, actividades, hobbies, deportes dejando de lado nuestro miedo de no estar a la altura de las cosas, de no ser los mejores (o por lo menos alguna vez actuaron en la primaria che, y saben lo que es el “pánico escénico”)

La semana pasada, con Susi y Tania ensayamos para un show en vivo. Vani nos hizo el aguante para filmar cada rutina. Practicamos mucho. Tres o cuatro horas por día. Fuimos a los ensayos con nuestros hijos. Susi llevó a la “mini Susi" que llegaba arrastrando su carterita de perro de peluche rosa, y yo fui con mi “Mini Batman” que hacía flamear su capa símil superhéroe (de piso)

Tuvimos las llaves del gimnasio por primera vez en nuestro poder y nos sentimos dueñas y amas de las telas. Por las noches, pusimos música a las paredes dormidas del gimnasio.

Entre ensayo y ensayo, nos reímos de nosotras mismas, de nuestros nervios, nos dimos aliento, nos corregimos, comimos algún que otro chocolate y miramos las grabaciones mil veces.

(y hasta trasgredimos una regla de la disciplina: nos fumamos un cigarrillo para distender un poco)

Sin embargo nada parecía ser suficiente para matar esa pollilla inmunda de la presión. Estábamos presionadas. A hacer las cosas bien. A poder transmitir “esto es lo que sabemos y nos gusta hacer”.En esos días de ensayo, la inseguridad fue como una pelotita de ping pong, yendo y viniendo entre Susy y yo. Una veces, era ella quien se tiraba abajo con un “no voy a poder”; otras veces, era yo.

Jugamos un “partido” contra nuestro temor al fracaso, contra nuestros cuerpos agotados, contra nuestro ideal de perfección. Tania era la más confiada. Después descubriríamos por qué.
Una noche Susi se puso muy mal.


Sus ojos miel, delineados de negro, se llenaron de lágrimas como dos estanques redonditos, mientras no paraba de repetir “no me sale nada” o “no me va a salir”.

-“Dale mami, vos podés.”- le decía su nena con la mirada brillante.

Pero sólo uno conoce la verdadera cara de sus fantasmas. Y eso es lo que más asusta. Estamos solos con nuestros temores. Como en esos sueños que uno quiere correr y no puede. O gritar.

Un día después de la crisis de Susi, a su bandeja de entrada le llegó este mensaje de nuestra amiga Tania:

“Hoy voy a Pacífico y te quiero ver brillar en la tela. Cuando subas, acordate por qué hacemos telas, porque es algo que nos vuelve locas. Cuando subas, pensá en disfrutar de nuestro arte y que no sea algo frustrante. Nos vemos en las alturas amiga telista. El show debe continuar.”

Pacífico es el club donde tomamos clases.

"El show debe continuar" es la canción de Queen con la que ensayamos para nuestra presentación.

Por último quiero decirles que escribí todo este post sólo para reproducir el mensaje de Tania, porque tanta sabiduría y solidaridad le dieron un vuelco a mi corazón, lo hicieron caer de espaldas...

Hacer algo porque nos gusta.
Por que lo disfrutamos.
Porque nos animamos a correr tras nuestros deseos aunque cueste (no seguirlos, es costosísimo ¿ya lo saben?)

Los dejo con algunas inquietudes (me pongo en Freudita) ¿Qué pasión mueve sus vidas?¿Sienten miedo de hacer lo que les gusta? ¿Hay algo que les gustaría hacer y no se animan?

AMIGOS... La vida es Bella!!!





viernes, 7 de noviembre de 2008

EL CINE DE MI VIDA (parte 1)



Mi primera vez en el cine fue con la abuela Ana y mi prima Mariela. Por lo menos, la primera que recuerdo.

Fuimos a ver BAMBI, película que quedaría grabada en sus espectadores gracias a esa tierna imagen del cervatillo haciendo intentos fallidos por pararse, a minutos de nacer (y por otras más, que ya contaré)

Llegamos temprano para conseguir lugar (preferentemente en el medio y sin ninguna cabezota tapando el horizonte luminoso) y compramos muchas golosinas porque entonces las funciones eran dobles (pasaban dos películas con un breve intervalo entre ellas)

Antes de que apagaran las luces, la abuela ya arrugaba una treintena de papelitos de caramelos, los guardaba en la cartera y echaba mano a un pañuelo bordado, blanco con flores rosas con el que se secaba el sudor. Mientras, mi prima y yo indagábamos el lugar, la pantalla enorme, los otros chicos, mascábamos chicle y estudiábamos la capacidad de rebote de los resortes de los asientos.

Quién diría que una previa tan excitante terminaría en catástrofe y lágrimas.

No, la abuela no se atragantó con un pochoclo víctima de su ferocidad oral, ni se quedó atorada en la butaca con la consiguiente complicación de llamar a los bomberos, ni le propinó un cross de derecha a la gordita colorada de trenzas que masticaba con la boca abierta y preguntaba a cada rato con su voz chillona: ¿falta mucho?

Peor que eso: el protagonista, el ingenuo ciervo con el que nos habíamos encariñado, reído e identificado todos los pequeños de la sala, de pronto se quedaba huérfano.

A mitad de película ¡se murió la mamá de Bambi!

El disparo de un cazador nos dejó a todos sin aliento y más aun cuando la cierva eligió sus últimas palabras:

-Apúrate Bambi! Sálvate, corre hacia el bosque!

Y Bambi, corriendo entre la nieve, gritaba desgarrado: Mamaaaaaaaaaa!

Ahí no pude mirar más. Recuerdo haberme lanzado al piso para buscar refugio en la butaca de adelante, escudo protector de las imágenes siguientes (Bambi llorando, perdido, solo frente a los peligros del bosque, desamparado, acosado por fieras y demás perversiones premeditadas por guionistas y secuaces)

¿Cómo podían existir unos libretistas tan sádicos, capaces de arrancarle al cervatillo lo más importante del mundo provocando la paranoia de cientos de espectadores que no pasabámos el metro de altura y llorábamos desconsolados?

Las madres no daban abasto con sus consuelos de upa y pañuelo. El cine, hablando en criollo, era un mar de mocos. Mucho antes de congelarse, Disney ya perfilaba su corazón de hielo.

En mi siguiente incursión de este lado de la pantalla grande se repitió la fórmula: abuela-prima-yo. Esta vez usé mi butaca-trinchera en la parte en que a un Luis Miguel de 11 años, corte taza y voz de eunuco, le anunciaban que iban a cortarle las piernas y que ya nunca volvería a caminar. Su padre le decía: "Tienes que ser fuerte, hijo" (el tú de los culebrones era marca de importación) La cámara hacía un primer plano de la cara del niño de porcelana, mientras éste lloraba y entonaba la canción "Ya nunca más", dedicada a su madreque, para aportar mayor dramatismo, estaba muerta (Luis Miguel ergo mi segundo Bambi)

La tercera vez, la fórmula cambió: mamá-yo. La película: “Pie Pequeño en busca del valle encantado”. ¿Qué le sucede a este simpático pichón de dinosaurio llamado Pie Pequeño? Adivina, adivinador. No, no lo llamó Tinelli para hacer de Bernardo, ni el Discovery Kids para disfrazarse de Barney. Pie Pequeño, se quedó sin mamá casi al principio del film. O sea, vino a completar la trilogía de crueldades cinéfilas dispuestas a arruinarme la infancia inoculando en mi cerebro en desarrollo los miedos más crueles.

Después de la influencia de Walt, me invadió una especie de (horror, pavor, temor, terror...) pánico inconfesable.

Sólo lo supimos mis pesadillas y yo, pero es hora de confesarlo.

Tuve miedo de que ese colectivo que traía a mamá del trabajo a casa, del que ella bajaba con expresión de cansancio (pero con una sonrisa hermosa al verme) un día no me la devolviera, se la llevara lejos, a ese lugar al que ya se habían ido las mamás del celuloide y del que no habían vuelto, a pesar de las tristezas a coro.

Por eso durante meses la esperé en la parada del colectivo. dejé mis juegos por la mitad, o la leche, o los deberes. Fui un granadero. La custodia personalizada de mamá. Ella nunca lo supo (un verdadero ángel de la guarda no revela su identidad)

A mi no me la iban a sacar tan fácil, che.

martes, 4 de noviembre de 2008

NUNCA SE SABE



-¿Alguien en el mundo se sentirá tan Vacaraña? –se preguntaba la princesa mientras rumiaba su aburrimiento en los sillones reales.


Le era familiar sentirse así, dividida. Por un lado esa sensación de rumiante de quedarse esperando algo, sin saber qué; por el otro, la inquietud de las arañas, moverse con histeria, salir a buscar, tejer la tela de sus deseos.

Con sus ojos vacunos echados sobre los corredores, veía sin mirar las cosas de siempre, las cortinas bordadas, los jarrones medievales y al final del corredor el cuadrado verde del afuera, entrando prolijo por los ventanales. Si al menos un yuyito rebelde, pero nada.

En momentos como ese, la pesadez bovina prevalecía. Un poco más de presión en su pecho terminaría por aplastar a las arañas.

-Ahhh, cuando será el día en que llegue mi Moscabeja- suspiraba la princesa empañando los oros y cristales más cercanos.

Sólo entonces, ante la incertidumbre del amor, las arañas arremolinadas se hacían sentir en su estómago.

Maldito sentir de Vacaraña, por qué tenía que aparecer siempre con el gran día, la hora en que pretendientes de todas latitudes y altitudes estarían cruzando terruños inciertos, montados en Orcaballos, luchando cuerpo a cuerpo contra manadas de Tigrescarabajos y guardando como trofeo las colas de Gorilagartos -eso sin contar las trampas de las astutas Tortugallinas-. Todo por pedir su mano.

De un momento a otro, su padre, el rey, trazaría un brillo en el aire con su adornado índice, gesto que sería traducido por los plebeyos como una orden para bajar las compuertas del castillo, y daría inicio al desfile de los recién llegados.

La princesa quería y no quería. Tantas veces había visto la procesión: reverencias almidonadas seguidas de besos de protocolo y palabras de amor en todos los idiomas. Y nada, ni asomo de su Moscabeja.

Ahoa los príncipes avanzaban obligando a sus Orcaballos a trotar livianamente y saludaban desde sus monturas a los Jabaliebres apostados en la entrada.


La Princesa bostezaba. Ganaba la vaca. Mostraban sus brillos. Ganaba la vaca. Ostentaban sus trajes. Vaca, vaca, vaca. Hasta que, una luz, no, un brillo, la encandiló. Un flash intermitente, emanado de la mirada de uno de los pretendientes de la fila, dejó patas para arriba a todas sus arañas.

- Es él -se emocionó la princesa- mi Moscabeja.


Y ahí nomás, se desmayó sin elegancia.


Al volver en sí, todavía un poco mareada por aquella luz, creyó estar en los brazos de su anillado amante, aquel que zumbando la sacaría del castillo, pero no, en su lugar unas pupilas alargadas se clavaban en las suyas y un ronroneo hacía más grato el despertar.

Quién diría. Con el amor nunca se sabe. Venirse a enamorar de un Luciernagato.