viernes, 26 de diciembre de 2008

La libertad del Pajaruca


Pariente de Pajaruca


El cielo se cerró de golpe, como si todas esas nubes dispersas fueran soldados distraídos que ante la orden de un superior se amontonaran con torpeza formando una gran mancha homogénea.

Durante mi infancia, las nubes, “cuerpos gaseosos” según el manual Santillana, capítulo “ciclo del agua”, eran para mí como los copos de azúcar rosados que vendían en los carritos del parque y que le competían en sabor sólo a las manzanas acarameladas. La dificultad para comprobar esta teoría residía simplemente en la carencia de una escalera tan alta.

Ahora estoy en la ventana del living. Veo la lluvia y escucho el zapateo de las gotas sobre la canaleta. Y pienso en tantas cosas que no pienso seriamente en ninguna. Mientras divago por calles de la memoria, me llega un residuo de tele encendida. Matteo, bolsa de puflitos en mano, despatarrado en el sommier matrimonial y con las sandalias puestas, mira los dibujitos del Cartoon. Ya fui más de tres veces, le mordí suavemente una oreja, olí su cuello mugriento, le advertí que le toca bañarse, que Basta de tantos dibujitos –cosas que decimos todas las mamás y que alguna vez odiamos escuchar de las nuestras- y noté que no existía el más leve registro de su parte. Sólo él tiene la virtud de invisibilizarme, de hacerme sentir un fantasma.

Cuando emprendía mi retirada hacia el living, en otra de mis incursiones frustradas, un “quedate mamá” me detuvo en la puerta. Corrí hasta la cama como perro que acude a su amo luego de unas largas vacaciones y me tiré de clavado sobre él provocando esa risa que le achina los ojos y le hace mostrar las dos filas enteras de dientes de leche. Entonces hicimos aparecer a todos nuestros amigos, el “monstruo come-orejas”, la “abejita que duerme la siesta”, el “Ratón Pérez sin dientes”, y su favorito: “Pajaruca”, el irresistible.

Así nació PAJARUCA

Una tarde, cuando llegué del trabajo me enteré que Matteo había estado llorando en casa de los abuelos porque le ardía la espalda. El día anterior, se había excedido de pelopincho y risa va, juego viene, se pasaron de largo algunas precauciones.

Yo -¿Te ardía mucho, hijo? – con tono culposo.

Matteo –cara previa al llanto- ¿Cómo sabías? ¿Te contó un pajarito?

Yo –que siempre digo pavadas para distraerlo- Pajarito no, Pajaruca.

Matteo –muy tentado, hipeando de la risa- Pa Ja Ru Ca!

Yo –exitosa y entusiasmada- ¿Querés conocerlo?

Con anular, índice y pulgar simulo un pico de pájaro que le dice “Hola Matteo, soy Pajaruca”.

Matteo –Con ojos que parecen más enormes- Hola Pajaruca, yo soy Matteo.

Pajaruca -Sí ya sé que sos Matteo, pero mejor no me digas Pajaruca, es nombre de tontín.

Matteo –otra vez hipeando- Pajaruca-Pajaruca-Pajaruca-Pajaruca.

Pajaruca –ofuscado y agravando la voz- ¡Yo no soy ningún Pajaruca!

Y así, sesión de cosquillas y reiteración de la escena ad infinitum. En estos momentos, Matteo semeja un cinéfilo que no obstante haber visto una misma película más de 50 veces, vuelve a su escena favorita para repetir los diálogos en voz alta con tal deleite que imposible negarse.

Entonces, saco el brazo por la ventana y con tono de traginovela colombiana le ordeno “He dicho que te bañes sucio Pajaruca”. A esta altura Matteo se dobla de risa en el piso y por más que le diga al Pajaruca ya estuvo bueno de aguua, él no me obedece, abre su pico al cielo para atrapar gotones, en primer lugar, porque no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, y luego, porque lo ponen de excelente humor las tormentas de verano
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martes, 23 de diciembre de 2008

De como apagar un llanto y otras magias




Matteo arrastra su llanto desde la pieza y se me planta enfrente. Qué pasó hijo, Un bicho, un bicho me picó acá, muestra la axila, ¿A ver? No es nada, un poco colorado nomás. Él, en un claro mensaje de que no minimice sus afecciones, redobla el llanto. ¡Me aaaaaaaaaarde! Me arde muuuuuuuuuucho!, Ponemos una cremita y se pasa enseguida, No, no se pasaaaaa, Sí, dame que te soplo ¿Ves?, Aia mamita, Tengo una idea Mat ¿Y si compramos un helado? ¿Chasqui bum? ¿Huevito Kinder? ¿Chicle con tatuaje? Por un momento lo duda, corta el llanto en seco y evalúa los costos-beneficios de aceptar el trato. Lo tengo, ya es mío, lo tengo, afloja. Y no, ¡Me aaaaaardeeeee! No me queda otra que apelar a la hechicería. El realismo mágico de los niños supera hasta el momento más brillante de la pluma del dotado García Márquez. Recurro a Juancito, un amigo de papá que vive lejos y fascina a grandes y chicos con sus trucos de magia de herencia familiar. Yo te invoco, Oh Juancito Olea, a tí y a tus Poderes Mágicos, para neutralizar la picazón de mi hijo Matteo. Pausa efectista. Marketing casero. Bingo. El pez muerde el anzuelo. Ahora se seca las lágrimas con el repasador de animalitos de la granja que yo le arrebato de las manos para ponerme en la cabeza mientras cierro los ojos con aires de medium, Juancito Olea, dame tus poderes y cura a este niño, pu puf-pu puf, ¿Y? ¿Te curó? Mi niño, cara de algo que no termina de ser decepción plena, No tanto, Bueno, vamos de vuelta, Juancito “Pelado” Olea , lo de Pelado le hace gracia, un poroto para mamá, Dame tus poderes para curar esta axila, Ahora sí mamá, me curó un poquito, y se cuelga en mi cuello para agradecerme con un beso y bajar de la mesada, lugar donde tuvo lugar el conjuro.
Durante el resto del día Matteo no vuelve a quejarse de la picazón y eso me hace pensar, Qué genio este Juancito, che, ¿Será descendiente de Merlín?
Y ya cuando en el silencio nocturno no se escucha más que un Arrorró mi nene, Arrorró mi sol, y todo indica que Matteo está con un pie en el umbral del sueño y otro a punto, su vocecita pincha mi burbuja, Este Juancito Olea es medio choto, mamá, todavía me sigue picando.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Euge y Giuli



-¿Tenés ganas de leer? dijo Julio.



Julio es el hombre que eligió mi entrañable amiga Euge ("Putu" querida) para caminar a su lado. Y es más que eso. Es mi amigo, también.



-Siempre tengo ganas de leer, dije yo.



-Ya lo sé, dijo él, por eso te voy a dar esto- y me estiró su agenda-



Julio había venido a cenar a casa con Leo y Giuli. Euge estaba en una cena de fin de año.
Leo, con nuevo corte muy canchero y ansioso por chatear en la compu. Giuli, en brazos, sonriente, movedizo como agua de río.




-Bueno, dije yo, y agarré la agenda que me tendía como quien se dispone a leer algo liviano.


Pero él me retuvo la agenda, me miró a los ojos y me advirtió: "Vas a tener que leerlo en otra parte".


Claro, no era un texto cualquiera, era una carta de puño y letra, firmada por su corazón. Para Giuli, su hijo más pequeño, que hoy cumple un año.


Un año que parecen cientos, porque en estos 365 días Giuli tuvo que poner el cuerpo, las fuerzas y todo lo que tenía a mano para pelear por su vida.


Por eso comparto con ustedes la carta que Julio me dio hace unos días para que leyera a solas.


Cuando le sugerí publicarla, enseguida estuvo de acuerdo.


"Esto puede ayudar a otras personas", dijo, con el espíritu solidario que lo caracteriza.


Acá va la carta. Si creen que puede ayudarle a alguien que esté pasando por lo mismo, les pido que la impriman y la regalen. Es un lujo tenerla en mi blog.





Giuli:



Esta es tu historia...



Siempre soñé con traerte a este mundo porque quería tener otro hijo y Leo, que es tu hermano, quería su hermanito menor.

Todo comenzó el 20 de diciembre de 2007. Leíto estaba ansioso porque faltaba muy poco, papá preparando todo para llevar a mamá al hospital, quien se estaba perfumando y peinando para tu llegada.



Por fin llegó el día, a mamá la llevaron los doctores y Leo y yo nos quedamos afuera esperando. Pasó una hora y media y salió la efermera, y dijo en voz alta: ¿Papá de Giuliano? "Acá estamos" gritamos con Leo, y corrimos hacia vos. La enfermera te puso en mis brazos y nos miramos. Leíto dijo que parecías un viejito, ja ja, claro los bebés a veces lo parecen. Y yo te miré, y te miré, y te pido perdón hijo querido por mirarte así, pero te juro que lo hacía porque me di cuenta que algo no estaba bien y vos...



...vos lo sabías porque cuando me mirabas me estabas pidiendo ayuda. Esto se llama tener conexión entre un padre y un hijo, estoy seguro. Luego vinieron las visitas y todos me decían que me quedara tranquilo que no era nada, pero yo...yo no podía, y sabés por qué? Porque me acordaba todo el día de aquella mirada que tuvimos la primera vez que nos vimos, y fue en ese momento, ya de noche, cuando empecé a golpear todas las puertas del hospital. Alguien me tenía que decir algo, alguien tenía que saber lo que vos me querías decir y...



Y fue así. llegaron los médicos y tras hacerte muchos estudios nos dijeron muchas cosas malas, sí, que tenías esto, aquello, y que podías tener esto otro...uf, de todo, basta. Basta dije yo y me metí en un lugar solo y me puse a rezar, a hablar con Dios, le pedí que él decida pero que por favor no te haga sufrir, hasta llegué a pedirle que te convierta en un Angelito (perdón hijo de mi alma) pero era como un alivio para que no sufras, no te lo merecías.



Pero de repente dije NO!! Estoy loco, y te fui a ver en busca de tu mirada, nuestra mirada y vos...vos ahí estabas esperándome para unir otra vez nuestros ojos como dos guerreros que unen sus espadas y claro vos...vos necesitabas una porque la tendrías que usar unas cuantas veces y...



Ahí todo cambió, tu mensaje era que querías quedarte, luchar y hacer todo lo posible por estar con nosotros y...



Y yo dije SÍ!! Qué orgulloso que estaba, y solamente tenías un día de vida, y ahí fue cuando me di cuenta de que la palabra sufrimiento era un obstáculo fácil de vencer cuando se tiene...



Una "MAMÁ": que es una leona cuando se trata de sus hijos y que hizo y va a hacer todo por vos.



Un hermano: que te adora y está todo el día al lado tuyo.



Cuatro abuelos: que iluminaste sus casas cuando te vieron y dan sus vidas por vos.



Una Bisabuela: que habla todos los días con Dios por tu salud.



Muchos tíos: que están todos pendientes de lo que te pasa y nos ayudan en todo.



Muchos primitos: que te esperan para jugar.



Y muchos amigos de mamá y papá: quienes están desde que naciste, al lado nuestro y dan lo que sea por nosotros.



Y un papá que da su vida por sus hijos y que nunca, nunca, nunca se va a olvidar de la primera vez que nos miramos.



Te amo.

Papá.






viernes, 12 de diciembre de 2008

AÚN RODANDO



Aún Rodando

No me canso de decir tu nombre, suena a cascabeles, a flores silvestres, a colibrí ¿Dónde estás, Magali? Escondiéndote tras el sillón del living para que corra a buscarte, y entonces vos te rías y yo exagere los pasos para que te rías más, y más, hasta ahogarte en un hipo minúsculo, un hipito Magaliano.

Cuando nos conocimos, ibas y venías con la ebriedad de los novatos aunque mis reflejos se agazapaban al pie de tus intenciones de equilibrio, y lograban, no pocas veces, evitarte el menú de pelusas y microbios de la alfombra.

¿Dónde dejaste el sonajero, el teléfono que habla, los jabones jirafa, el elefante-corazón? Los llevaría presurosa hasta tus manos de pegote, hasta tus dientes (qué lindos son) ardilla traviesa (uno arriba y dos abajo) roedor de galletitas dulces.

Éramos jóvenes, bueno, vos eras apenas un avance de la película de tu vida, mientras que yo había estrenado ya varias escenas. Mi film era esencialmente romántico. Mi co-protagonista, tu hermano, Pablo. Y vos, naciste justo en pleno rodaje de nuestras escenas más logradas, cuando los besos eran para siempre y los finales felices y delegábamos todo en el destino-director, quien haría justicia con los personajes.

Los días de rodaje en exteriores eran los más aptos para el despliegue de abrazos y proyectos. Recuerdo la voz de tu hermano: “Voy a llevarte a un lugar secreto”. Dos minutos más tarde, la bicicleta, el sol del mediodía, agua mineral y la ruta, metáfora asfaltada de nuestro futuro. Nos poseía la adrenalina de dejar atrás el pozo contaminado de la ciudad. Y mientras hablábamos de eso, crash, mis pedales en sus rayos, banquina, sangre terrosa y apenas raspones. Nada importante. El prólogo de una risa interminable al ver que estábamos bien, y arriba otra vez, que falta poco.

“Es acá”, dijo él. Un arroyo. Un arroyo al costado de la ruta. Una lengua de agua que nos vio bañarnos, curarnos mutuamente las heridas, besarnos hasta la hora de la vuelta, que un día sería definitiva.

¿Cuál es el parámetro para medir el tiempo? ¿Es corto el minuto en que alguien amado salta para siempre de nuestra vida? Si todavía fueras mi Magali, la chiquilina rabiosa que se descargaba contra el plato, te usurparía la silla y la cuchara, y golpearía contra tu papilla hasta ensuciar los cuadros, las tazas, las moscas, las cortinas, los fracasos. Darle papilla a los fracasos es algo que no había contemplado antes de conocerte. Embadurnarlos con puré de zapallo o enterrarlos bajo una costra de medialunas ablandadas a fuerza de saliva y paladar.

Magali, yo sé que preferías estrenar vestidos con puntilla o ver como se reventaban contra la ventana las burbujas que hacíamos entonces, pero de vez en cuando, cuando te escondías detrás del sillón y no te seguía el juego mi figura ¿Pensabas en mí? ¿Estallabas en llanto, con alguna excusa, mientras hacías fuerza por retener el contorno borroso de mi imagen? ¿Tus lágrimas caían sobre la sopa caliente hasta entibiarla?

Hoy sos vos las que seguramente ya estrenó varias escenas; y en mi caso, son películas enteras. Las hubo en blanco y negro, de tomas largas y breves, cámara en mano, improvisaciones y cortes abruptos. Otras, con estricta sujeción a los guiones, aunque nunca podré saber si han sido buenos o malos guiones. Registros que pasaron con más pena que gloria, paisajes añorados, imágenes que vuelven a proyectarse espontáneamente en las paredes de mi memoria como cintas de Súper Ocho: tus soquetes nuevos, tu sonrisa ardilla, la tarde en que te llevamos a la Plaza Rivadavia, y nos turnamos para hamacarte, peleando para ver con quién te reías más, mientras tu hermano hacía trampa (sin cosquillas ¡Así no vale!) prenda, prenda, y todas esas cosas.

¿Sabrás quién te escribe? ¿Te acordarás de mis manos jugando con las sortijas de tu nuca enredada? Soy quien enjabonó tu espalda cuando eras apenas un buñuelo rosado y redondo y te acurrucabas como un gato feliz en los brazos de tu hermano, cuando las pesadillas, cuando la fiebre, ya está Maga, acá estoy, soy yo chiquita, ya pasó.

Ya pasó. Quedó atrás (si es que los momentos quedan en alguna parte por fuera de la memoria) Al final, Magali, el destino fue, en nuestro caso, un director mediocre que habiendo llegado a su obra cumbre y no sabiendo como superarla, inició su cuenta regresiva hacia la decrepitud y el olvido.

¿Quién saltó primero? No lo sabemos. Y tampoco esperaba hallarlo al pronunciar tu nombre, al evocarte, es sólo que me gusta decirlo, suena a colibrí Magali (estarás muy grande, tal vez enamorada) suena tan a cascabel Magali, que casi me hace olvidar de preguntarme por él, por qué Pablo no, por qué Pablo sí (también me gusta nombrarlo, es como aprehenderlo) Por qué arrojamos las bicicletas al óxido del tiempo, sin poder comprobar ya nunca si después de esa última caída, nos hubiera esperado, paciente, otro secreto arroyo.

martes, 2 de diciembre de 2008

REDIRECCIONANDO POST

Me la re mandé...

Había escrito algo hace un tiempito sobre EL CINE DE MI VIDA.

Pero como por por algún motivo no podía redondear el final... decidí guardarlo pues ya mi cerebro se exprimía cual naranja suicida.


Cuando más o menos pude afilar una idea...lo publiqué.
La cosa es que me apareció en el blog con fecha del 7 de noviembre...pero es en realidad lo último que posteé.
Por eso, valga la aclaración.
AHORA SI...PASEN POR ACA...


TRAIGAN POCHOCLOS...LA FUNCION ES AQUÍ