lunes, 22 de junio de 2009

SABIDURÍA MATTEÍSTA 2




A quienes quieran visitar Sabiduría Matteísta 1, es aquí)

Situación: Estamos acostados, los dos comiendo galletitas y mirando el Discovery Kids (en realidad yo "hago como que miro" pero es una excusa para estar cerca, besar sus manos regordetas y molestarlo un poco con mis empalagos)
De repente, Matteo se mira los pies. Tiene una zapatilla con los cordones atados y la otra no.

-Mirá mamá, este cordón me lo até yo.
-¡Muy bien hijo! (orgullo exagerado de madre) ¡Sos un genio!
-¡No soy un genio!
-Sí, ya aprendiste a atarte los cordones solito ¡Eso es muy difícil!
-No soy un genio. No puedo convertir estas galletitas en una rana.

Cuando tiene razón tiene razón.


Situación 2:

A la noche, hora de dormir, Matteo está más mimoso y me pide "Cantame la de la Catalina, mami". Yo empiezo a tararearla bajito: "Estaba la Catalina sentada bajo un laurel...", hasta que soy interrumpida por esta frase:


-Aaaaah (suspiro de Matteo) Mamá...
-¿Qué, hijo?
-No podés ser tan hermosa.

Me dormí más ancha que el Río de la Plata. Sin dudarlo, Matteo es la mejor canción de cuna para mis oídos.


martes, 16 de junio de 2009

POR SUERTE



Otra de INA

Que furia la de Ina, pedalea, pedalea y no llega nunca. Ya ni levanta los ojos del estrecho camino de tierra entre los árboles, la espesura del bosque puede marearla y hacerle perder el equilibrio.

¿Cómo un camino llano, poblado en sus márgenes de flores y fauna, puede ser tan duro de andar, tan loma empinadísima, tan viento en contra?

Su pelo se enrieda contra la velocidad y nudos de fastidio aprietan sus pensamientos. "Cabeza de remolino", se dice, te cuesta pedalear, Ina desastre.

Entonces, bajar del monociclo y sentarse a masticar un tallo.

Sus mejillas fosforescen ahuyentando presencias furtivas (colibríes, mariposas, abejorros zumbones) Pura suerte, la de su dúo repelente. A Ina no le gusta que la vean llorar con tal ganas que comienzan a temblar las frutas hasta en las copas más altas.

Si le preguntaran si está perdida, diría que no, que sólo no puede llegar. Como en uno de esos sueños en que las fuerzas no son reales, en que se corre en el mismo sitio sin poder avanzar.

Piensa que tal vez sea hora de quedarse ahí, al borde del camino, bajo una frazada de hojas. Consulta en un pequeño libro que saca de su mochila, y no. No y no, maldita sea. "Dejarse estar ahí" no figura en su diccionario. Decepcionada, se pone a observar una fila de hormigas para pasar el rato. Pobrecitas. Cargan más de 50 veces su propio peso.

Ahora se acuesta sobre la rueda del monociclo, abrazada al caño, y se queda dormida. En unas horas despertará en su verdadera cama, el monociclo a sus pies, con su pijama cuadrillé celeste y la cara todavía húmeda.

Hay que ver la carga que están dispuestas a soportar ciertas hormigas cuando a INA le da por estas cosas.

viernes, 12 de junio de 2009

UN INFIERNO.



Ya no recuerdo las circunstancias de mi muerte, pero no me preocupa, acá es así, es parte del programa intensivo de olvidos, que dictan las maestras frustradas del infierno.


- “Ya tenemos demasiados ángeles obesos” -escupió San Pedro cuando me vio aparecer por el cielo con mis más de cien kilos de humanidad. Acto seguido, ligué tal llaverazo que caí de culo en el purgatorio en medio de una mesa recién servida, con todos sus comensales lanzados al banquete.

Enseguida me abordaron un grupo de pecadores solidarios que participaban del reality “Cuestión de Fe”, conducido por los antepasados del Dr. Cormillot. Ellos me explicaron en qué consistía este lugar, en el que (se suponía) debía prurificar mis pecados terrenales. Dado que el más grave de ellos había sido la GULA, mi "cura" espiritual consistía en una estricta dieta de 600 calorías diarias que viniera a compensar aquellos atracos de tardes de cine en que sabía devorar un cuarto de quiosco en menos de lo que duran los adelantos.

Ahí fue cuando comprendí, por qué en vez de la luz del túnel o la cara de mis muertitos más queridos, en el final de mi vida sólo pude ver imagenes de mis manos abriendo los envoltorios de miles de alfajores de distintas marcas y tamaños, mi boca dispuesta a intervenir sobre bocados enormes, papas fritas con mayonesa, hamburguesas, ñoquis con salsas de todos los colores, capelettis, marineras empapadas en aceite, choripanes, cañones con dulce de leche, pastafrolas, chinchulines. Una y otra vez, mi boca de todas las edades, reproduciendo mordiscones, moviendo sus engranajes, formando la pasta previa al bolo alimenticio.

Lo más llamativo de que aquella proyección era su retrospectiva ya que terminó con la imagen de un bebé angurriento, enrojecido de furia por no conseguir sacar más leche de una teta materna textualmente reventada. Era yo. Sí, la gula, definitivamente me había acompañado desde los primeros suspiros y Upita la la.

En el purgatorio debía controlar mis impulsos y no caer en la tentación de esconder entre las nubes los salames y bizcochos de grasa que solían dejar como "cebo" los productores del Reality. Nos filmaban con cámaras ocultas que trasmitían, en vivo, para delicia de querubines, arcángeles y toda la troupe celestial, quienes eran los encargados de dejarnos fuera del juego, con el significado que esto tenía: seguir rodando escaleras abajo, esta vez hacia la última parada del infierno.

Nadie puede decir que no lo intenté: me inflé con más de tres litros diarios de agua, les inventé consistencia a las magras barritas de cereales, consumí todo lo que contuviese en su frente la palabra LIGHT y hasta escribí mis deseos y frustraciones infantiles en papelitos que todos quemamos llorando en hogueras comunitarias. Mostrarse en malla, con los colgajos al viento en el mismo instante en que se producían los encuentros "sorpresa" con familiares lejanos también muertos, era el punto más algido del rating. A veces sucedía que algún participante ni se acordaba del pariente en cuestión, pero luego de escuchar los golpes dramáticos de la música y adentrarse en los detalles morbosos de su muerte, no se podía más que estallar en llanto, al menos para sublimar tanta hambruna o para no decepcionar la necesidad ajena de emociones violentas. Pero no fue suficiente. La producción del purgatorio tenía un minuto a minuto demasiado exigente.

A mi favor, debo decir que adelgacé unos cuantos kilos; en mi contra, que no siempre jugué limpio. Algnas pastillitas compradas a los narcos del purgatorio, apuraron ciertos efectos. Hasta acá, nadie había notado mi trampa, e incluso, era una de las "favoritas" de la triubuna reforzada. Pero todo cambió el día en que la conductora, una teñida desquiciada que meneaba obscebamente sus siliconas por videconferencia celestial, me preguntó: ¿Siempre fuiste gordita? Enloquecí ¿No le bastaba ver los surcos de mi castigada anatomía? ¿Tenía que clavar su aguijón en el costado más vulnerable de mi autoestima? La ira se apoderó de mí. Me sentí como uno de esos personajes alienados de 1984, en sus Dos minutos de Odio. De fondo sonaba Bebe: “Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti…” Entonces, destrocé a patadas el decorado, salté sobre la balanza hasta reventarla y amenacé a Dios ante las cámaras con las palabras más indecentes de la Historia Universal (terrestre y celestial) Un grupo de profesionales me sujetaron y la producción pidió "un corte".

El resto de los gordos, aún los solidarios, se me vinieron al humo alegando que de mi saco se habían caído unas tabletas de pastillas no permitidas en "Cuestión de Fe". Forcejeo va, piña viene, empecé a rodar escaleras abajo hasta impactar contra un paredón que terminó siendo un pasadizo secreto hacia el infierno.

Pese al estruendo de mi caída, el diablo ni me miró. Estaba profiriendo insultos y amenazas telefónicas a un político de poca monta a quien le había comprado el alma por algunos euros.

- Sr. Diablo -le dije temerosa- creo que no llego en buen momento.

Él finalizó la conversación, hizo un fondo blanco de vodka y echó fuego por la boca aportando su cuota de destrucción al calentamiento global, con sus consecuentes incendios, deshielos e inundaciones. Después me miró y largó una carcajada.

- ¿Querés hacer algo por mí, gordita? - aventuró. A pesar de que no me hiciera gracia el "gordita", me dije que era el momento de mostrarme decidida. Si debía quedarme en el peor lugar, al menos que fuera bajo un trato especial.

- Lo que usted mande, Don.

Se ve que le caí bien de entrada porque enseguida me invitó a la suite nupcial y, tridente mediante, probamos el kamasutra en todas sus variantes infernales. Desde entonces, soy su secretaria. Mi oficina es la popularmente conocida “Antesala del Infierno”.

Detrás de estas paredes, todos la pasan muy mal, casi todo el tiempo; menos yo, que la paso mal, sólo veces. Si ustedes se quejan de sus jefes, no querrán saber lo que es el mismísimo diablo de mal humor.

martes, 9 de junio de 2009

TRIO DINAMICO

Supe todo iba a salir bien (que todo ya estaba bien) cuando cuatro horas antes del show, en el departamento de Tania me recibió "La Noe", buclera en mano, dispuesta a enrularme hasta el último reflejo rubio/violáceo.
Recién entonces entendí que la presión por el tecnicismo y la obsesión por la perfección de las formas, había obnubilado el verdadero sentido de este ritual aéreo: la amistad.
Una de las cosas más lindas de hacer acrobacia en telas es gozar de la compañía de exquisitas criaturas dispuestas a volar en comunidad: mis amigas y amigos telistas.
No era una coreo más: en telas contiguas a la mía, estarían ellas, Noe y Tania, dispuestas a esperarme si me atrasaba, confiadas en que yo también esperaría, lanzadas a brillar.
Nada podía salir mal, y aunque así sucediera, esto YA valía la pena, sólo por estar juntas compartiendo una tarde de mates, sugus y risitas panicosas.
La mesa de Tania era un desfile de hebillas, la buclera pasaba de mano en mano y de cabeza en cabeza y un aura de armonía se dejaba inhalar tomando atajos secretos hacia el alma.
Ahí estábamos de nuevo: el trío dinámico en acción. Con nuestros colores y opacidades, sin nada que ocultar.
Una vez en el show, subimos, nos dejamos llevar y tal y como sabíamos que pasaría, nos esperamos.
La canción fue fugaz como beso robado.
Irrepetible.
Y al bajar, cuando la música acarició nuestra victoria con sus últimos acordes, los aplausos de tantas manos queridas rebotaron en nuestros residuos de adrenalina, esos que ahora podíamos bautizar "FELICIDAD".


viernes, 5 de junio de 2009

DESOLADA, NO. DESALADA.


4.38.
4.38 AM y yo despierta.
Cuando una noche fría arranca mal, lo peor que puede pasar es que la frazada te quede corta (y no es una hipérbole) Tiro y tiro y se sale de la cama. Maldita sea. Pienso “dormite, dormite, dormite”, y nada. ¿What Up? Lo segundo peor que te puede pasar, es desvelarte.
Como todo insomnio, el mío también tiene un motivo, una imagen que se repite, que viene una y otra vez a mi mente como un tren que avanza en círculos y que retorna siempre a la misma estación.
La imagen es esta: Tania, Noe y yo, ensayamos la coreografía de telas, y no sale. ¡No sale! La cuenta regresiva termina el domingo, en una función donde nos esperan todos nuestros seres más queridos, con las palmas preparadas para aplaudir. Y en mi cabeza, la coreo no sale. De repente, me quedo enredada en mitad del show o voy a destiempo con la música, mis pies no están en “punta” o llego tarde al final de la canción. Y cuando termina el evento no quiero ver a nadie. Ningún “Salió hermoso”.
Escuchame nena, me digo, hay cosas más importantes por las que estar preocupada en este mundo. Dejate de joder. Igual, no me duermo. Ahora tengo algo más de qué culparme, no sólo no soy capaz de alcanzar mis objetivos estéticos o artísticos sino que soy una superficial. Genial ¿Es que me creía distinta de las cabezas huecas que bailan con Gieco en el video de Los Orozco?
Esto último no ayuda en nada a conciliar el sueño.
Y cuando intento pensar en otra cosa, hacer un doble click mental y echar todo a la papelera: el archivo no se puede eliminar.
UF. Comprobado. Mis peores pesadillas, son en la vigilia.
¿Por qué no lo estoy disfrutando? ¿Por qué imagino que nada sale? ¿No es lo que me gusta hacer? ¿No soy feliz dejándome llevar por la caricia del aire en la caída controlada? Ese es el tema. No estoy dejándome llevar por la caricia. No sé por qué. La causa. Cada pensamiento negativo es una pluma menos y la noche palea cal sobre mis alas enfermas. Quiero volar otra vez.