viernes, 2 de octubre de 2009

TEORÍAS



Según tratados de la ciencia, la luciérnaga hembra, de la familia de los coleópteros, ilumina su vientre con fines reproductivos, para atraer a una posible pareja sexual.

Es cierto que una pancita relampagueante puede ser un buen comienzo, pero desde el punto de vista científico, se trataría de una teoría insuficiente.
Como antropólogo e investigador, estoy en condiciones de desarrollar mi teoría sobre los “efectos hipnóticos de las luciérnagas”.

Y para fundamentar esta teoría he dedicado gran parte de mis estudios al comportamiento de una población asentada en una isla ajena a los progresos de la civilización.

Dicho asentamiento se dedica a la adoración de las luciérnagas. Sus isleños viven para alimentarlas, construyen altares en su nombre, preservan su hábitat natural y las protegen de las inclemencias del tiempo. Basta una lluvia, para que grandes y chicos se den con alegría a la recolección de babosas, alimento exclusivo de estos insectos.

Yo mismo fui testigo de un extraño ritual devoto.

Aquella noche no había luna y el cielo era un techo esponjoso que parecía descender cada vez más. La laguna al costado de la cual se emplazaban las casuchas de madera de los pobladores estaban en silencio y sumidas en una oscuridad sin fisuras. De repente, sobre los pastizales, comenzaron a aparecer tímidos destellos, mínimos focos lumínicos que transformaron las inmediaciones en una relampagueante alfombra de luces.

Por obra de las luciérnagas, en sólo unos segundos, aquel paraje virgen y remoto, se convirtió en la porción de tierra más iluminada del mundo.

En ese instante, todos salieron de sus viviendas en una especie de sopor y se colocaron uno al lado del otro bordeando la laguna hasta que el más anciano dio la señal. Tomó entre sus dedos una luciérnaga, la colocó en un recipiente traslúcido y luego lo tapó. Cuando el frasco se hizo luz, todos lo imitaron y comenzaron a avanzar como fervientes religiosos en medio de una procesión hasta entrar en el agua. Sus rostros parecían no tener edad. Formaban, en conjunto, un collar de fosforescencias en comunión con un orden superior. Así, mojados y absortos, extendieron sus brazos hacia el cielo y danzaron hasta caer rendidos.
Si bien aún no he publicado mis hallazgos, estos se vieron recientemente avalados por informaciones confidenciales que se infiltraron de la NASA.

Según estos informes ultra secretos, cinco astronautas americanos, habrían divisado desde las alturas a este islote luminoso y habrían quedado tan fascinados por el guiño intermitente de los pastizales, que habrían abortado la misión espacial para dedicarse a la cría de caracoles y adoración de luciérnagas.

Según la versión oficial se estudia la posibilidad de que estos pobladores sean parte de una célula terrorista que busca dominar el planeta utilizando a las luciérnagas como instrumentos de destrucción e hipnosis masiva.
En breve, desde las altas esferas del poder, se planea atacar el objetivo y salvar las paz mundial.