jueves, 29 de abril de 2010

Paradoja


Todo esto:

cola de hipocampo
baile de medusa
hambre branquial

manatí
caracol con panza de mar

espuma que se arranca del abrazo de la orilla
con su ritual de lengua histérica

cascada que se arroja
contra la roca
para mostrar al desnudo
su metamorfosis aérea
sus digresiones

ombligo
marca de nuestro origen acuático

todo esto
alguna cosa más
tal vez

(y yo sin poder tocarte
sin quemarme)

viernes, 16 de abril de 2010

My teacher´s things




Cosas de mi profesor de inglés:

1)

Teacher: ¿Qué querés preguntar?
Ani: Quiero preguntar qué paso mientras ella estuvo afuera.
Teacher: Dale.
Ani: ¿What happen while she was out?
Emilio: Señorita…lamento comunicarle que ¡LOS PASADOS EXISTEN!

A su alumno, "el psiquiatra", le dijo: “Los pasados existen doctor ¿si no de qué viviría usted?”
La contundencia de este taurino me hace tartamudear. Y me da risa. Gracias a eso sigo tomando clases de este idioma que me tiene mucha paciencia. Really.

2)

El teacher jamás tiene un “día de mierda” o “shit day”.
Simplemente dice: “Hoy tengo un día de meada”.
Líquido, escuridizo, molesto, caliente, apestoso.
Un día que chorrea.

3)

Me cuenta historias de sus alumnos que son para tirarse de la silla.
Un día me contó la historia de la “leonina”.
Dijo el teacher:
El padre abandonó a la leonina cuando era muy chica. El tipo era un marinero, mujeriego y borracho como todos los marineros y ya se veía que iba a terminar mal.
Una noche, estaba con una mina, cuando llegó el marido y al verlo enfiestado con su jermu lo mató de una cuchillada.
La leonina –que en ese entonces era adolescente y que como toda leonina tenía un carácter terrible— se quedó con la sangre en el ojo. Me dijo: “Era tan hijo de puta que se murió antes de que pudiera decirle todo lo que pensaba de él”.
Pasados unos años, se enteró de que su viejo estaba en un nicho, en su pueblo natal y fue hasta el cementerio, le pagó una coima al que cuida para que no la rondara, se metió donde estaba el jonca del padre, lo abrió y se sentó al lado del muerto. Y se quedó así, al lado del cuerpo del padre, hasta el amanecer.
Claro que lloró, se rió, lo puteó hasta en arameo y le dijo todo lo que le tenía que decir, no se guardó nada. Después, con la mayor naturalidad, cuando ya lo había perdonado, le besó la calavera y volvió a cerrar el jonca.
¿No es una historia fascinante? A García Márquez se le haría agua la boca.