domingo, 1 de agosto de 2010

Donde estás, Jhon Foos de mi vida que no...?



Lo primero que cada uno hace al finalizar la clase de acrobacia en telas es buscar sus zapatillas, ya que lo primero que uno hace al comenzar la clase es quitárselas. Sucede que para que el hallazgo se produzca, es menester recordar qué calzado se llevaba puesto.


No parece una tarea muy difícil, en eso coincidimos, pero no es mi caso.


Yo no sé si bajé mareada de la tela o llegué mareada a la vida --y las vueltas en el aire no contribuyen al equilibrio emocional--, pero hoy desconocí a mi propio par de Jhon Foos negras.


Al término de la clase, me paré delante de ellas y las negué tres veces para mis adentros, --una Judas total--.


--Mis pies no son tan grandes –pensé--.


--Estas zapatillas son de alguien que calza al menos dos números más que yo --me convencí--.


--Su dueña no las lava muy seguido --me dije.


Las vi ahí, cuales canoas ajenas, sucias y viejas y, por un momento, hasta tuve lástima de ese calzado huérfano y me solidaricé con su causa. Me faltaba aplaudir como cuando en la playa se pierde un chico.


--¿De quién son estas Jhon Foos negras?--, inquirí.


Silencio. Mis compañeos me miraron con el mismo desconcierto que mono de zoológico al que se le abre la jaula.


Casi en el mismo segundo que terminé de pronunciarla frese, me di cuenta. Eran mías. Y lo peor fue que ellos, también entendieron. La risa fue en efecto dominó.


Conclusión: mi pie creció, de eso no hay dudas, y algo está fallando en mi adaptación a estas paulatinas metamorfiosis. ¿Sigo creyendo que tengo pie de quinceañera?


Esto de distorsionar mis percepciones, empezando por la base que sostiene a todo el resto de mi anatomía, me inquieta.


¿Me reconoceré mañana al lavarme los dientes frente al espejo ? Se ruega a quienes me conocen no olviden, al menos, mi cara. A la brevedad, podría necesitar referencias.


Por lo pronto, lavé las zapatillas.