lunes, 30 de mayo de 2011

Péinate y anda




Cuando la tarde gris, fría y con amenaza de lluvia, no se ajusta a las expectativas que tenías sobre ella, hay que inventar.

Así que tras calzarme los patines eché a andar.

La pista circular al aire libre no estaba lo que se dice concurrida. Solo un Sr. Ciclista formaba parte de mi coreografía improvisada.


Al principio fue como siempre: impedida de atender otro asunto que no fuera mi cuerpo y su precario equilibrio, intenté controlar los furcios.

Delante y en curvas, el gris. Arriba, verde y mojado. Había empezado a lloviznar.

Pie va, brazos vienen, minutos más tarde era Natalie Portman en el Cisne Negro –claro que, objetivamente, mis movimientos eran más similares a los de un bailarín sin muchos reflejos ensayando los pasos de alguna rara danza nueva.

Así las cosas me complacía imaginar que el Sr. Ciclista, con su casco y sus calzas, disfrutaba tanto como yo del paisaje, de su respiración y que hasta, tal vez, repetía para sí alguna canción mientras le ganaba interiorimente una pulseada a la llovizna.

Pero mi sueño de armonía se derrumbó al mismo tiempo que mi anatomía rebotaba varias veces contra el cemento antes de quedar en una posición final digna del kamasutra.

El Sr. Ciclista pasó tan rápido por el bulto amorfo que significaba mi cuerpo que no alcanzó a frenar –por un momento pensé que había obrado aconsejado por la sabia vergüenza ajena.

El intento por reincorporarme fue menos decoroso que torpe pero no hubo testigos oculares.

Una vez con los sentidos en su lugar me pasé la mano por el pelo suelto que a esta altura era una especie nido, me sacudí un poco y eché a andar como si nada.

Así estaba, remando para volver a lo de Natalie Portman cuando escuché a mi espalda una voz que debía ser la del Sr Cicilista –y efectivamente lo era.

--Veo que estás bien. ¡Sos dura! –dijo, y pasó como un rayo.

Si supieras cuántas veces me caí, Sr. Ciclista.
Pero siempre me piené, me acomodé un poco y como fuera, volví a la pista.
En ese orden.

sábado, 14 de mayo de 2011

Pequeñas inquietudes

I

El pequeño era uno con su pierna-mamá y no había caso. Ella le pidió, le explicó, le ordenó, le gritó que la soltara --en ese orden. Pero el monito, colgado de su pierna-rama, entró con ella al baño. Cuando mamá se sentó en el inodoro a hacer pis, él observó todo con indisimulada curiosidad hasta que...post higiene materna sobrevino su cara de pánico.
-- ¡Mamá! ¿Por qué te sacaste el pitooooo?


II
   Matteo --6 años-- se baña con espuma. Se recuesta sobre las burbujas y mira su cielo blanco algo descascarado desde la bañera. Sus profundos ojos negros hacen contraste.

--¿Sabés, mamá...? Cuando iba al jardín me gustaba una nena que se llamaba Yanina. Y ahora me gusta otra, pero de verdad. Porque antes, cuando era chiquito, no entendía nada... No sabía nada del amor.



III

El pediatra se asoma a la sala de espera para anunciar el próximo turno. Entonces ve a una mini ricitos de oro, con un caramelo en la boca.
--Te estás comiendo otro caramelo y a mí no me convidaste ninguno...
--¡¡No!! Te hace mal a la panza, doctor.

lunes, 2 de mayo de 2011

Amor en lista de espera

pelo negro
ojos negros
lienzo sin pintor

con los sentidos huracanados
se desmayó
en la guardia
en brazos de un pelirrojo
enfermero
que parecía un pájaro


el silencio era
ni siquiera el de los muertos
el de los tristes
toses
goteos
chirridos metálicos


en los pasillos
apellidos con hambre de un parte
aliento
un hachazo

cualquier cosa
antes que el silencio
de los tristes

el café de máquina
en la boca
como una pequeña
pobre fe

cuando despertó
el pájaro colorado estaba ahí
en la punta de la rama-cama

necesita suero
dijo

un corazón,
respondió pelo negro
ojos negros

literalmente
dijo


y él entendió que no bromeaba

se sacó una pluma
y rozó su nariz
sus labios
su esperanza