sábado, 19 de mayo de 2012

Matteísmos (perdí la cuenta)


La cultura implica ciertas renuncias

Sondeo a mitad de segundo grado para saber lo que me espera.

--¿Te gusta la escuela hijo?
–Sí, pero más me gusta hacer mis cosas –pausa reflexiva— Me gustaría ser el niño más inteligente del mundo. No tenés que ir más a la escuela, tenés todos los veranos libres y podés tirarte pedos cuando quieras.


Agradecé que no compró los media hora 

La abuela Silvia nos regaló una caramelera llena de masticables y caramelos de miel. Los primeros perdieron enseguida el papel, la forma y la consistencia; los segundos, duermen su sueño eterno en la cajita. Matteo, con el culo pegado a la estufa, compite con el mío y saca conclusiones…

–La abuela no puso muchos sugus en la caramelera…
– Puso más de los otros.
--¿A vos te gustan los otros?
-- No ¿Y a vos?
-- A mí tampoco. Son caramelos de vieja. Si los viejos comen sugus se les quedan pegados en los dientes.


¡Ese no era!
Llega mi amiga Dolo a casa, sinónimo de alegría, música, mate y muchas risas y el pequeño sabelotodo profetiza.

--Ya sé, Dolo. Ahora con mi mamá van a tocar la guitarra.
--¿Y vos cómo sabes?
--Me lo dice mi aliento… (en vez de olfato)



Taller de canto (¿o desencanto?)

--Hijo, ahora que mamá está aprendiendo a cantar, tenés que prepararte.
--¿Para qué?
-- ¿Cómo? ¡Para aplaudirme! ¿O me vas a tirar tomates?
--Platos con salsa te voy a tirar, mamá.

Creo que sabe que escucharme cantar puede ser una manera de resolver el Complejo de Edipo.